La guerra entre Ucrania y Rusia, las sanciones al Kremlin y la situación financiera de Europa tendrán un nuevo capítulo cuando en la región ingresen las bajas temperaturas del otoño y el invierno.
Y los lobos aúllan de hambre”…
No, no estoy volviendo al tanguito que causó furor en 1936, con letra de Manuel Ferradás Campos y música del inolvidable Agustín Magaldi.
Aunque, en rigor de verdad, sí podríamos hacerlo sólo reemplazando “Moscú” con “Europa 2022”. Si hay damnificados por la crisis bélica ucraniana, esos son los europeos.
Terriblemente.
Inexorablemente.
La euforia antirrusa de marzo, cuando la Unión Europea en vilo aprobaba sanción tras sanción contra el “autócrata y tirano y asesino” Putin (no lo digo yo, lo dijo el dinámico presidente norteamericano Joe Biden), se troca ahora en la desesperación de los líderes del Viejo Mundo (más viejo que nunca), que intentan justificar su inepcia y falta de independencia.
Las sanciones sólo ejercieron un brutal efecto en reversa que convirtió en cenizas el adorable estado de bienestar en el que todos o casi todos los países europeos estaban convencidos de que vivían para siempre, por lo siglos de los siglos.
Y todavía no ha nevado… Y, ¡ni que Dios permita!, los lobos no aúllan de hambre por los Campos Elíseos, o por la Gran Vía de mis queridos madriles, o por la berlinesa Unter den Linden.
Esos líderes que recomiendan acopiar leños, o no usar corbata, o mantener en invierno la temperatura en las viviendas en 17 grados porque… “es bueno para la salud” según Anna Moskva, ministra de clima y ambiente de Polonia… se enfrentan a algo más terrible que la cólera popular. Se enfrentan al colapso económico casi terminal de un continente agotado, sin mayores recursos y con fortísima dependencia del extranjero.
El controvertido presidente bielorruso Alexandr Lukashenko, cuyo país sufrió no hace mucho los intentos desestabilizadores de la UE y la OTAN, salió al cruce de esta situación afirmando que estaba dispuesto a compartir con Europa la leña (los bosques bielorrusos son muy extensos). “No dejaremos que Europa se congele, ayudaremos a nuestros hermanos”, exclamó no sin cierta sorna.
¿Cuántos gobiernos europeos cayeron en este año? Desde el espantapájaros Boris Johnson hasta los moderados y silenciosos socialdemócratas suecos. Algunos, como el tambaleante alemán Otto Scholtz o el neo-napoleónico Emmanuel Makron se someten a intensos vapuleos de propios y ajenos. El causante de este cataclismo político es el tremendo error de cálculo, impensable para políticos avezados (o no, vaya uno a saber) que suponía que las sanciones iban a cercenar de tal modo la economía rusa que las masas se volcarían a las calles moscovitas y el Kremlin volvería a ser el escenario de un magnicidio…
Nada de eso ocurrió…
Permítaseme recurrir a un recuerdo, cuyos protagonistas serán ocultados por razones misericordiosas. En 1991, cuando se produjo el colapso de la URSS, algunos medios argentinos enviaron equipos a Moscú para testimoniar la euforia popular por el final del “oprobioso, tirano y asesino” gobierno soviético. Lo único que pudieron constatar, además del movimiento normal de las invernales calles metropolitanas, fue el reemplazo de la bandera soviética por la tricolor rusa en la cúpula del palacio del Kremlin.
Ahora, lo mismo que en 1991 salvo que esta vez en verano, la gente siguió paseando, saboreando los helados “eskimó” o bañándose en las fuentes de la plaza del Maniezh, dado el agobiante calor. Con una pequeña diferencia entre ambas fechas: si en aquella época la situación económica en Rusia era catastrófica, hoy no se han registrado ni cataclismos ni derrumbes. El país sigue funcionando con normalidad.
Mientras tanto, la inflación anual en la UE en agosto se aceleró hasta el 10,1%. Esta tendencia se registró en 19 países de la Unión. El máximo indicador desde que se llevan las estadísticas.
El presidente serbio Alexandr Vúcich alertó ante el parlamento de su país que a Europa le espera el invierno más duro desde 1945. “Los próximos meses -advirtió- serán los más duros para toda Europa”.
En un artículo editorial de la agencia Bloomberg, se le reclama a Úrsula von der Leyen, titular de la Comisión Europea, que le diga la verdad a los europeos sobre el severo invierno que afrontarán y “la necesidad de que se sacrifiquen ante la crisis energética”.
La apelación de la alemana, cuyos antepasados fueron dueños de grandes posesiones en la Rusia zarista, tiene un destinatario mucho más directo y cercano: los dirigentes europeos que, como Vúcich, deben hacerle frente a un verdadero apocalipsis.
No es casual que el propio Josep Borrell Fontelles, que tras el cargo de Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad oculta un mediocre pasado en el PSOE español, haya tenido que confesar las divergencias que comienzan a dividir la ya de por sí jaqueada UE.
Borrell reconoció que la sociedad europea se pronuncia por la suspensión del respaldo al gobierno de Kíev. Lo obligan a este reconocimiento las constantes, numerosas y múltiples manifestaciones en Chequia, Alemania, Italia, Francia que exigen este cambio en la política exterior de la UEA, para volver a la normalidad energética y alimentaria.
“Esta tentación existe en parte de la sociedad europea -dijo el funcionario-. Quieren terminar con la guerra porque no logran aguantar las consecuencias económica y el aumento de precios”.
En Eslovaquia, para dar un ejemplo, más de la mitad de los encuestados respaldó a Rusia, según informó la red Dennik N.
El primer ministro húngaro Víktor Orban fue muy expresivo en su comparación: “Si vemos las sanciones energéticas, está claro que nosotros, en Europa, somo pigmeos energéticos, que sancionan al gigante energético. Me parece que esto no puede conducir a nada bueno”. De inmediato el Europarlamento condenó a Hungría calificándola de “autocracia electoral” (¿?) y comenzaron a sonar las trompetas para lograr su expulsión de la Unión Europea.
Como es de público conocimiento, la crisis se desencadenó cuando la UE, a instancias de Washington, clausuró el gran gasoducto “Nord Stream 2” que llevaría el fluido desde Rusia hasta Alemania, Austria y otros países europeos, y adoptó una serie de sanciones restrictivas del suministro de gas ruso por otras vías. Estas absurdas medidas condujeron al colapso del transporte y a la suspensión de la provisión.
El cálculo de Washington era reemplazar el barato gas ruso por su más caro GNL (gas natural licuado) estadounidense. Sin embargo, para reemplazar los casi 120.000 millones de m3 anuales de los gasoductos rusos, haría falta montar una gran estructura industrial, que llevaría entre 5 y años terminar. Por otra parte, los productores norteamericanos advirtieron que no podrán incrementar los suministros, según informó “Financial Times”. Hasta ahora, igual resultado han sufrido los europeos en sus negociaciones con Qatar y otros proveedores.
El presidente ruso Vladímir Putin acaba de plantear una simple solución: “Abran la válvula del Nord Stream 2, que está listo y cargado”. La UE ha respondido con una nueva y cerrada negativa.
Al Viejo Continente sólo le resta rezar para que el inminente invierno no sea demasiado severo.
El gran déficit europeo, agravado por una irresponsable política “verde”, que desactivó todas las centrales eléctricas a carbón y las atómicas sin el menor cálculo de tiempo que permitiera su reemplazo por energías “limpias” y renovables, ha repercutido en el funcionamiento de las grandes plantas industriales. En Europa suman centenares las que han debido cerrar debido al aumento insostenible de las tarifas por el gas y la electricidad.
Este sombrío panorama tiene un correlato inevitable: el incontenible aumento en los alimentos. En la Gran Bretaña de la muy limitada primer ministro Mary Elizabeth Truss, voceros del gobierno previnieron que “la época de la comida barata se terminó”. Una serie de estados han cerrado la exportación de alimentos. El inglés Daily Mail comunica que la mitad de los invernaderos está vacía por falta de mano de obra y el aumento de los precios de la calefacción.
La intensiva explotación del complejo agropecuario europeo demanda, antes que nada, la provisión de fertilizante. La paradoja es que, mientras los Estados Unidos reciben con gran satisfacción los fertilizantes rusos (principales productores mundiales), la UE mantiene tercamente el embargo sobre los mismos.
Hoy, Vladímir Putin comunicó que le había informado “al señor Guterres (António Manuel Guterres de Oliveira, secretario general de la ONU, HK) que en los puertos marítimos de la Unión Europea se acumulan 300.000 toneladas de fertilizantes rusos. Estamos dispuestos a entregarlos gratis a los países emergentes”.
Regreso a la paráfrasis. Hace casi dos siglos, el memorable “Manifiesto Comunista” de Carlos Marx y Federico Engels, advertía en el inicio de su preámbulo: “Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo”. Hoy, cuando ese fantasma se ha desvanecido entre los resultados de la guerra fría y la impericia de quienes intentaron aplicarlo, la frase podría sonar así: “Un fantasma recorre Europa, el fantasma del desabastecimiento alimenticio y la crisis energética”. El Manifiesto anticipó las grandes conmociones revolucionarias europeas de mediados del siglo XIX. Los nuevos fantasmas pueden despertar nuevamente esas conmociones.
Mientras tanto, en Moscú acaban de informar que pasado mañana, el 18 de septiembre, se habilitará la calefacción centralizada habitual para todas las grandes ciudades rusas… Sin límite de calor…
La pregunta es cómo logrará superar Occidente una crisis que él mismo provocó. Cómo y cuándo.
El punto crítico…