En la recta final a las elecciones del próximo domingo 2 en Brasil, el líder de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva busca redoblar el llamado al «voto útil» y limitar la abstención, sobre todo entre votantes de bajos ingresos, para lograr su meta de ganar la Presidencia por tercera vez eliminando en primera vuelta al presidente Jair Bolsonaro.
La tasa de abstención del 20,3% de 2018 benefició a Bolsonaro cuando el ultraderechista fue al balotaje con Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT) de Lula, que no pudo ser candidato porque estaba preso y proscrito por la Operación Lava Jato: el alto rechazo a ambos benefició al primero colocado.
El voto útil está siendo recolectado por la coalición de siete partidos que apoya a Lula desde que a inicios de septiembre se detectó que era posible lograr el 50,5% de los votos válidos (sacando en blanco y anulados) en la primera vuelta del 2 de octubre y evitar la necesidad de ir a un balotaje contra Bolsonaro el día 30.
En la populosa periferia de San Pablo, en dos actos organizados el sábado en los barrios de Grajaú e Itaquera, Lula convocó a la militancia a buscar el voto «hasta del cuñado». Los actos fueron prácticamente para eso porque de ello hablaron los candidatos a diputados, senadores y a gobernador del PT y del frente electoral inédito conformado para esta elección contra Bolsonaro.
«Faltan ocho días, no acepten provocaciones, busquen el voto, no crean en la ola de mentiras que se viene», dijo Lula a la multitud.
En Brasil para vencer las elecciones y evitar un balotaje se debe recibir la mitad más uno de los votos válidos. La expectativa de una elección apretada motivó a la campaña de Lula a pedir el reconocimiento de la transparencia del sistema electoral la noche del mismo domingo de la primera vuelta ante la posibilidad de que Bolsonaro, como viene avisando, denuncie un fraude sin pruebas.
«Si no gano con el 60% es porque hay algo raro», dijo Bolsonaro desde Londres la semana pasada.
La última encuesta de la consultora Datafolha, del jueves pasado, muestra que Lula ganará con base en los más sacrificados trabajadores del país, los que ganan menos de 400 dólares, dos salarios mínimos. Según el diario O Globo, 70% de los asalariados ganan menos de 400 dólares en la gestión Bolsonaro.
La reforma laboral de 2017 del Gobierno del presidente neoliberal Michel Temer permitió el trabajo intermitente: contratar legalmente a trabajadores por horas, generando el aumento de la estadística de empleos formales.
Contando los votos totales, incluidos en blanco y anulados, Lula tiene 47% de intención de voto, Bolsonaro 33%, Ciro Gomes 7% y Simone Tebet 4%.
En la elección más importante de la democracia brasileña, con un impacto internacional inmenso tanto en Sudamérica como en Estados Unidos y el nuevo eje euroasiático comandado por China, los pobres pueden darle a Lula el tercer mandato.
En la cuenta regresiva a la elección, según Datafolha, el exsindicalista metalúrgico lidera por 57 a 24% entre los hogares con ingresos menores a 400 dólares mensuales.
En la clase media baja, de ingresos de hasta 1000 dólares por mes, Bolsonaro gana 43 a 38%. La diferencia se amplia a 46 a 35% entre los que ganan hasta 2000 dólares. Los que ganan más de 2000 dólares mensuales también votarían mayoritariamente por Bolsonaro, en un 45% contra un 35%.
Si dependiera de los que ganan más, la reelección de Bolsonaro estaría asegurada. Es por eso que la abstención en el segmento en el que Lula domina es considerada una bandera roja para el PT.
«No podemos tener 20% de abstención, hay que decirles a las personas que vayan a votar, que después tendrán más derecho para reclamar y quejarse», pidió Lula en su discurso entre las favelas de Grajaú, barrio donde el PT históricamente es fuerte en la mayor urbe sudamericana.
Para Alberto Almeida, director del Instituto Brasilis y autor de los libros «El Voto del Brasileño» y «La Mano y el Guante: cómo se elige un presidente», la clave de esta elección diferente a todas las otras desde 1989 es que la población conoce muy bien a los dos principales candidatos. Esto puede generar, dijo a Télam, una decisión firme incluso entre los más jóvenes, que leyeron o escucharon las experiencias de los gobiernos de Lula, por ejemplo.
«Es una polarización inédita porque ambos son conocidos. Uno es presidente hace cuatro años y el otro fue presidente ocho años. Es algo inédito pero no es solo una polarización ideológica, sino que es algo inédito por la concentración de votos entre ambos», explicó.
Para Jair Nicolau, autor del libro «Brasil gira a la Derecha» y cientista políltico de la Fundación Getulio Vargas y la Universidad Federal Flumininense, «la convocatoria para que los electores de baja escolaridad y bajos ingresos salgan de casa puede ser decisiva para Lula».
«En 2018 la escolaridad fue un factor fundamental para la victoria de Bolsonaro -tuvo amplio apoyo entre la clase alta con estudios superiores- y puede serlo para Lula. Es fundamental que sus potenciales electores vayan a votar», dijo.
El senador Randolfe Rodrigues, coordinador de la campaña de Lula, dijo a Télam en una entrevista la semana pasada que más que la abstención existe un temor a las amenazas para que gente de baja renta no vaya a votar por miedo a represalias del bolsonarismo, sobre todo después de que 1 millón de personas adquirieron armamento a partir de una flexibilización de leyes.
Clima hostil
Es por eso que analistas y el PT creen que una posible segunda vuelta electoral colocará al país en una tensión violenta nunca vista: ya hay dos dirigentes del PT que fueron asesinados por bolsonaristas y en la última semana hubo agresiones a electores de Lula.
«No me pueden culpar de lo que ocurra en la calle, eso no es responsabilidad mía», afirmó Bolsonaro en el debate del canal SBT el sábado por la noche.
Horas antes, en Campinas, había dicho que hay que estar listos para «enfrentar a la gavilla del ladrón Lula porque el pueblo armado jamás será esclavizado».
El voto útil fue rechazado por Ciro Gomes y Simone Tebet, del Movimiento de la Democracia Brasileña de los expresidentes José Sarney, Itamar Franco y Michel Temer.
Gomes, del Partido Democrático Laborista, dejó en shock a la militancia del partido del fallecido líder de la izquierda nacional, el varguista Leonel Brizola, al equiparar tanto a Lula como Bolsonaro en la campaña y rechazar votar por el líder del PT, del que fue ministro tres años, en caso de una segunda vuelta.
Gomes, exgobernador de Ceará y un industrialista de centroizquierda, abandonó todo diálogo con el PT y Lula en 2018. Fue por eso que durante el balotaje entre Haddad y Bolsonaro viajó de vacaciones a París y evitó hacer campaña en contra el ultraderechista.