La visita a Taiwán de la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, genera controversia debido a la postura diplomática de «una sola China» bajo la cual Washington solo reconoce oficialmente a Beijing, y que ha regido las relaciones diplomáticas de las dos potencias durante más de 40 años.
En 1979 Estados Unidos abandonó su política de reconocer al Gobierno de Taiwán como el Gobierno de toda China y, en el marco de ese giro, cerró su embajada en la isla reemplazándola por una entidad no gubernamental llamada Instituto Americano en Taiwán.
El instituto era una embajada de facto, aunque hasta 2002 los estadounidenses asignados allí debían renunciar al Departamento de Estado y eran recontratados una vez que finalizaba su mandato en Taiwán. Durante ese tiempo, el contacto entre los dos gobiernos no fue oficial.
Después de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y de que el derrotado Japón tuviera que renunciar al control de todos los territorios chinos que había ocupado, China, uno de los países vencedores, empezó a gobernar a Taiwán con el consentimiento de los aliados Estados Unidos y Reino Unido.
China nunca abandonó la idea de “una China” y rechaza la legitimidad del autogobierno taiwanés, por eso su indignación cada que funcionarios de Estados Unidos han visitado la isla o a mantenido reuniones con funcionarios taiwaneses.
Sin embargo, la guerra civil de China, que se había iniciado en 1927, continuó tras la Guerra Mundial y, pocos años más tarde, las tropas del gobierno nacionalista de Chiang Kai-shek fueron derrotadas por las fuerzas comunistas lideradas por Mao Zedong.
Chiang huyó con sus adeptos a Taiwán en 1949, y desde entonces la isla se ha comportado como una nación independiente.
En 1987, cuando se levantó la ley marcial, Taiwán inició una apertura democrática que la llevó a realizar sus primeras elecciones libres en 1996, al tiempo que se alejaba cada vez más de la suposición que alguna vez sostuvieron ambos gobiernos de una eventual reunificación con el continente.
China, sin embargo, nunca abandonó la idea de “una China” y rechaza la legitimidad del autogobierno taiwanés, por eso su indignación cada que funcionarios de Estados Unidos han visitado la isla o a mantenido reuniones con funcionarios taiwaneses.
De hecho, en 1995, cuando el primer presidente electo democráticamente de Taiwán, Lee Teng-hui, aterrizó en el estado estadounidense de Hawái de camino a Centramérica, ni siquiera pisó la pista.
El Departamento de Estado norteamericano advirtió que negaría a Lee una visa de entrada a Estados Unidos, pero permitió una recepción breve y de bajo nivel en la sala del aeropuerto durante el reabastecimiento de combustible. Aparentemente sintiéndose desairado, Lee se negó a abandonar el avión.
Dos años después de este incidente, Newt Gingrich, el entonces presidente de la Cámara de Representantes -el mismo cargo de Pelosi-, segundo en la línea de sucesión presidencial, visitó Taiwán.
Al igual que la visita de Pelosi, la de Gingrich irritó a Beijing, por ser un funcionario de tan alto rango.
Pero en ese momento fue más fácil para la Casa Blanca distanciarse de Gingrich: era un político republicano que visitaba Taiwán motu proprio y claramente no en nombre del entonces presidente demócrata Bill Clinton.
La visita de Pelosi, la de mayor nivel desde entonces, podría ser diferente.
Por un lado, es la funcionaria estadounidense de mayor rango en estar Taiwán en una visita oficial.
Además, la presidenta de la Cámara Baja es del Partido Demócrata, el del presidente Joe Biden, y China puede suponer que tiene la bendición del mandatario, a pesar de que éste ha hecho comentarios en sentido contrario.
Cuando se le preguntó el 20 de julio a Biden que opinaba sobre el posible viaje de Pelosi, el mandatario respondió que “los militares creen que no es una buena idea en este momento”.
A esto se suma que en mayo de 2022, Biden dijo que Estados Unidos intervendría «militarmente» si China invadía Taiwán, unas declaraciones que la Casa Blanca corrigió más tarde para evitar romper con la política de ambigüedad que había mantenido Washington hasta entonces en relación al uso de la fuerza si China intentara tomar Taiwán por las armas.
De manera similar, la Casa Blanca se distancia ahora de Pelosi insinuando que no hay un cambio en las relaciones entre Estados Unidos y Taiwán, pero tras haber estado manifestando su opinión sobre la relación entre China y Taiwán.