No tan en secreto, el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, empezó a mover hilos para reunir voluntades en torno a un objetivo: eliminar de cuajo las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO), el mecanismo que el sistema electoral argentino adoptó desde el 2011 para dirimir candidaturas dentro de las coaliciones.
Para ello necesitaría del apoyo de una parte importante de la oposición amigable que colaboró en la sanción de la Ley Bases, y que para ratificar su espíritu cooperativo fue hasta Tucumán a pasar frío en la firma del Pacto de Mayo.
Sin embargo, los distintos espacios de la zona «opofriendly» ya le hicieron saber al ministro coordinador que no van a ayudar en este propósito. ¿Cuáles son las razones para negarse en este aspecto puntual, después de haber mostrado docilidad absoluta para apoyar las leyes sagradas de Javier Milei en el Congreso?
Básicamente, no les conviene. Ante la incertidumbre de cómo se ordenará el tablero electoral, con un oficialismo que se está devorando -como ya lo demostró el año pasado- el mismo electorado del extinto Juntos por el Cambio, cerrarse a la posibilidad de resolver las candidaturas en una interna abierta sería comprarse un problema gratuitamente y darle una ventaja a los rivales del peronismo.
El PRO, que se está desgarrando internamente entre dos posturas (con un costo todavía difícil de calcular) para definir el tipo de relación con el oficialismo, es en cualquier variante el espacio más cercano política e ideológicamente a La Libertad Avanza y lo natural sería que ambos caminen hacia un frente electoral común.
Patricia Bullrich pretende ir más allá y empezar a fusionar las estructuras, algo que eriza la piel al macrismo clásico que advierte sobre el peligro de una licuación de la propia identidad histórica. Está claro que la ministra de Seguridad ya es parte del oficialismo y a lo largo de su trayectoria nunca le tuvo miedo a cambiar de marca política.
En cambio Mauricio Macri es el fundador del PRO y bajo ningún concepto aceptaría enterrar el capital político partidario que tanto le costó construir a lo largo de los años para subsumirse en una nueva identidad “libertaria” liderada por Milei.
Sin embargo, ni siquiera el ex presidente puede obviar que existe una tensión latente en su decisión de sostener la autonomía relativa del Gobierno. Sabe que el espacio de la derecha está culturalmente hegemonizado por Milei y que mirar hacia el centro, donde encontraría nuevamente a la UCR, la Coalición Cívica y a otros actores que formaron parte de la experiencia fallida de Cambiemos, lo expondría a una especie de “no lugar” devorado por la polarización.
Ya sea que prevalezca en el PRO la postura de Macri o la de Bullrich, en definitiva el partido amarillo se encamina a formar una coalición con La Libertad Avanza, por lo que en última instancia la puja en el partido es por el control de la lapicera con la que se negociarán las candidaturas con el oficialismo.
Si se confirmara la coalición con LLA, sostener las PASO le permitirá al PRO presentar candidatos en todos aquellos distritos en los que el oficialismo pretenda postergarlo.
Es sabido que el Gobierno quiere encabezar todas las listas electorales con candidatos propios y en algún caso, como en la provincia de Buenos Aires, amenaza con incluir extrapartidarios recién a partir del quinto lugar, algo que sería humillante para el partido de Macri.
La UCR pertenece a un segundo anillo de alianzas para el Gobierno. La relación, por lo tanto, es menos fluida y más forzada.
La tradición política del partido centenario choca con la de Milei, más allá de que durante el debate por la Ley Bases no se haya notado tanto y había que tener una visión muy aguda para jugar al “juego de las diferencias”.
En ese contexto, el radicalismo parece condenado a transitar la “ancha avenida del medio”, la que en algún momento exploró sin suerte Sergio Massa, antes de volver al redil peronista.
Si el PRO decidiera ir a una alianza con LLA, la UCR perdería a su aliado de fuste de los últimos años, aquel al que sirvió fielmente entre el 2015 y 2019, servicio por el que algunas miradas maliciosas le endilgaron el título de “furgón de cola”.
De todos modos, entre el oficialismo y la oposición peronista quedaron pululando un importante número de expresiones políticas, algunas de alcance nacional como la UCR y la Coalición Cívica, y otras provinciales como el cordobesismo y el socialismo santafesino, sumado a referentes del bloque de diputados de Hacemos Coalición Federal como Miguel Pichetto, Emilio Monzó, Nicolás Massot, Margarita Stolbizer y Florencio Randazzo.
A este universo se suma un exiliado del PRO de renombre como Horacio Rodríguez Larreta, que busca revancha y ya explora acuerdos con el senador radical Martín Lousteau.
Este abanico tan disperso y atomizado, en el que no asoma ninguna figura que se despegue significativamente del resto por peso propio, requiere casi con seguridad del instrumento de las PASO para encontrar en la competencia un liderazgo y potenciarlo.
La única sigla que todos estos espacios de la oposición llamada “dialoguista” está abierta a sacrificar es la «O» final de las PASO, la que refiere al carácter obligatorio de las primarias abiertas.
En declaraciones recientes, el jefe del emancipado bloque de la Coalición Cívica, Juan Manuel López, aseguró que las PASO son “un sistema idóneo, no como las internas partidarias de padrón cerradas para dirimir candidaturas».
Recordó, sin embargo, que desde su fuerza política presentaron un proyecto para que las primarias dejen de ser obligatorias, “es decir, que el partido o alianza que lleve una sola lista no tenga que ir a la PASO y que además los ciudadanos no tengan obligación de ir a votar a la PASO”.
“Pero sí que las primarias de los partidos o de las alianzas sean abiertas, no sean con padrón de partido, sino que puedan votar ciudadanos independientes, porque los padrones están muy “aparateados”. Es bueno que sean simultáneas, independientes y con garantías del Estado, porque los partidos políticos no tienen la capacidad de organizar la elección por sí solos, para una elección amplia donde puedan votar independientes”, completó López.
La misma postura es compartida por los ex PRO Monzó y Massot, al igual que la mayoría de los integrantes del bloque de Hacemos Coalición Federal, con la excepción de Pichetto, quien sí se mostró alineado con el Gobierno.
Los socialistas santafesinos Esteban Paulón y Mónica Fein, que integran esa bancada, rechazan rotundamente la eliminación de las PASO, según confirmó el primero en diálogo con Noticias Argentinas.
«Creemos que si se avanza en el sistema de boleta única papel se reducen muchísimo los costos y no hace falta eliminar las PASO, que por otra parte es un mecanismo que permite a las minorías en los partidos políticos tener representación que de lo contrario muchas veces les es negada”, fundamentó Paulón.
En la UCR, la gran mayoría de los diputados, sino todos, están en contra. Así lo confirmaron a Noticias Argentinas fuentes muy cercanas a Rodrigo de Loredo, el jefe de bloque. Curiosamente, diputados radicales que responden a otras terminales políticas dentro del partido centenario (a Facundo Manes y Lousteau) coinciden en este aspecto con el cordobés.
Y el Frente de Izquierda, si bien fue crítico cuando se aprobó en 2009 el mecanismo de las PASO a instancias del Gobierno de Cristina Kirchner, no le votarán al Gobierno de Javier Milei una reforma política que también esconde otras intencionalidades, como eliminar el financiamiento público de los partidos políticos.