Por primera vez en su historia, Turquía resolverá en una segunda vuelta electoral a celebrarse el próximo 28 de mayo, quién regirá los destinos el país, luego de unas reñidas elecciones realizadas ayer, en las que ni el presidente saliente, el conservador Recep Tayyip Erdogan, ni su principal rival, el socialdemócrata Kemal Kilicdaroglu, lograron el 50% de las preferencias.
Los 64 millones de electores turcos acudieron en masa a las urnas, en unos comicios cuya participación rozó el 90%, récord en una presidencial, y que dejaron a Erdogan, con un 49,51% de las preferencias, seguido de Kilicdaroglu, con un 44,88% y el tercer candidato, Sinan Ogan, con un 5,17%, según informaron las autoridades electorales.
Estos resultados envían a Erdogan, quien está en el poder en Turquía como primer ministro o presidente desde 2003, por primera vez en 20 años a enfrentar un balotaje.
Erdogan, de 69 años, quien había sido reelegido en 2018 en primera vuelta, compareció anoche ante una multitud de simpatizantes a la que aseguró que cree «sinceramente» que seguirá sirviendo a su país «en los próximos cinco años».
Las cifras logradas por el mandatario desmintieron las encuestas que lo ubicaban a la par de Kilicdaroglu, de 74 años, y atribuían esa baja a la grave crisis económica e inflacionaria, así como a las críticas por la tardía respuestas al terremoto que en febrero se cobró más de 50.000 vidas.
Los turcos también votaron ayer para renovar las 600 bancas del Parlamento, y la coalición de Erdogan, compuesta por su Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), el MHP de extrema derecha y otras formaciones menores de tendencia islamista, mantendrá la mayoría parlamentaria, según los resultados definitivos.
Esto, debido a la división entre los partidos de la alianza de la izquierda kurda y cifras peores a las esperadas para la formación centroizquierdista Partido Republicano del Pueblo (CHP), que lidera Kilicdaroglu.
Estas dos formaciones obtuvieron cerca de una decena de diputados menos cada una respecto a lo previsto por los sondeos.
Kilicdaroglu, que lidera una amplia coalición de seis partidos opositores, sostuvo que «si nuestra nación dice segunda vuelta, nosotros absolutamente ganaremos en esa segunda vuelta», afirmando que «la voluntad de cambio en la sociedad es más grande que el 50%».
En este escenario, el tercer candidato potencia su relevancia y se transforma en un eventual árbitro de la contienda electoral y el resultado final de la segunda ronda estará en manos del 5% de ciudadanos que ayer votaron por el nacionalista Ogan, quien en principio no llamó a sus simpatizantes a votar por ninguno de los dos candidatos.
Ogan, candidato de la Alianza Ancestral a la Presidencia de Turquía, aseguró que mantendrá «consultas» para determinar a qué candidato apoyará, pero subrayó que un eventual apoyo a Kilicdaroglu, como se especula, únicamente es posible si este no hace concesiones al prokurdo Partido Democrático de los Pueblos (HDP).
El HDP «no debe ser una parte clave en las elecciones», y la decisión que la formación adopte debe tener como objetivo «que no haya caos», agregó.
«Actuaremos de modo responsable», recalcó después de que el HDP hiciera un llamamiento a votar a Kilicdaroglu para sacar del poder a Erdogan, según informó la cadena de televisión turca NTV.
En medio de esta incertidumbre, el índice de la Bolsa de Estambul retrocedió a media rueda un 4%.
Turquía tuvo una forma de Gobierno parlamentaria desde su fundación en 1923, tras la disolución del Imperio otomano, hasta 2018, con el que al AKP de Erdogan le solía bastar con obtener entre el 40% y el 45% de los votos para gobernar con mayoría absoluta.
En 2018, el AKP y su socio ultraconservador, MHP, lograron la mayoría para introducir una forma de Gobierno presidencialista, una reforma que reforzó el poder de Erdogan.
Mientras la Bolsa retrocedía, la moneda nacional, la lira, fluctuaba alrededor de 19,6 unidades por dólar, su peor valor histórico, salvando una momentánea bajada del viernes pasado que alcanzaba cotas similares, y marcando una pérdida acumulada de un 1%.
Desde el verano pasado, la moneda turca perdió valor respecto al dólar de forma paulatina, con solo mínimas oscilaciones, y muchos analistas turcos advierten de que el Banco Central turco mantiene el cambio artificialmente estable mediante intervenciones y restricciones a la compra de divisas por parte de las empresas.
En las últimas semanas, los cambistas del Gran Bazar de Estambul empezaron a ofrecer tasas de cambio que por primera vez en décadas difieren de las oficiales, con la lira hasta un 10% más barata que en el banco.