Rusia reconoció el lunes que al menos 63 de sus solados murieron en un bombardeo ucraniano contra una localidad controlada por Moscú en el este de Ucrania, tras un sangriento fin de semana para ambos bandos en el conflicto.
El ejército ruso – que rara vez divulga sus bajas – nunca había informado de tantas pérdidas en un solo ataque desde el inicio de la invasión de Ucrania el 24 de febrero.
El Ministerio ruso de Defensa precisó que el bombardeo «con cuatro misiles» tuvo lugar en la localidad de Makiivka, ocupada por Rusia en la región oriental de Donetsk, y que golpeó «un centro de despliegue temporal» del ejército.
El ministerio no precisó la fecha exacta en que tuvo lugar el bombardeo, pero dijo que se trató de un ataque con lanzacohetes HIMARS, un tipo de arma entregada por Estados Unidos a Ucrania.
El ejército ucraniano reconoció haber bombardeado hasta 10 vehículos y un número indeterminado de militares en Makiivka y asegura que el ataque se llevó a cabo el 31 de diciembre.
«Se están aclarando las pérdidas en términos de personal para los ocupantes», detalló el Estado Mayor en Facebook. Unas horas antes, Ucrania elevó el número de muertos a 400.
El anuncio de estas pérdidas provocó críticas hacia el comando militar ruso, acusado por el exresponsable separatista Igor Strelkov de haber almacenado munición en el edificio desprotegido.
Ataques de Rusia
Ucrania también sufrió una oleada de bombardeos rusos el fin de semana de Año Nuevo, que dejaron al menos cinco muertos.
Los ataques continuaron este lunes en Kiev, la capital, azotada por drones de fabricación iraní.
El alcalde, Vitali Klitschko, informó de una explosión en el distrito de Desnyanski, donde «un hombre de 19 años fue hospitalizado», agregó.
Las autoridades informaron posteriormente que el joven fue herido por la caída de escombros.
El operador de energía Ukrenergo informó que la situación del suministro eléctrico en Kiev era ahora «más complicada» e indicó que iba a haber «cortes de energía».
Los ataques rusos de Año Nuevo golpearon áreas céntricas de ciudades grandes, indicó Mijailo Podoliak, asesor del presidente Volodimir Zelenski, quien lo calificó como un cambio en la estrategia de Moscú.
«Rusia ya no tiene objetivos militares y trata de matar a todos los civiles posibles y destruir instalaciones civiles», tuiteó. «Es una guerra para matar».
El sábado 31 de diciembre, la artillería rusa golpeó una localidad en las afueras de Jersón, donde un niño de 13 años, resultó herido.
Posteriormente, las fuerzas rusas atacaron el hospital donde el menor estaba en cuidados intensivos.
«¿Qué tiene que ver el niño de 13 años con estos inhumanos que lo intentaron matar dos veces?», cuestionó el gobernador Yaroslav Yanushevych en la aplicación Telegram.
El ataque ruso dañó el hospital de Jersón y dejó a esa ciudad y sus alrededores sin electricidad.
En noviembre, las fuerzas rusas se retiraron de Jersón, la única capital regional que llegaron a controlar, pero la siguieron bombardeando.
Las autoridades ucranianas reportaron que en los ataques que dejaron cinco muertos en varias regiones hubo decenas de heridos.
Golpes a la infraestructura ucraniana
Tras una serie de derrotas militares, Rusia comenzó en octubre a dirigir sus ataques a la infraestructura ucraniana, dejando a millones de personas a oscuras y expuestas al frío con temperaturas bajo cero.
El Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos advirtió que esta campaña provoca «adversidades extremas» para los ucranianos y denunció posibles crímenes de guerra cometidos por las fuerzas rusas.
Pero para el presidente ruso, Vladimir Putin, la justicia «moral e histórica» está del lado de su país en esta guerra, según reivindicó durante su discurso de Año Nuevo.
Moscú afirmó que sus ataques del sábado atacaron «instalaciones de la defensa ucraniana implicadas en la fabricación de drones ofensivos».
«Logramos desmantelar los planes del régimen de Kiev para organizar ataques terroristas contra Rusia en un futuro cercano», aseguró.
Rusia acusa a Ucrania de atacar sus instalaciones militares y su infraestructura.
En diciembre Moscú afirmó que derribó drones en tres ocasiones sobre una base rusa en Engels, en el sur del país, a más de 600 kilómetros de la frontera.
Otra base en la región rusa de Ryazan sufrió ataques a principios de diciembre que dejaron tres muertos, según Moscú.
El lunes, las autoridades rusas informaron que un dron ucraniano golpeó una instalación energética en la región de Briansk, en la frontera con Ucrania.