El desempleo juvenil es un problema que se agravó por la crisis del Covid-19. En Argentina, según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), el 22,4 por ciento de las mujeres de entre 14 y 29 años están desocupadas, mientras que el desempleo entre hombres de la misma franja etaria es del 16,1 por ciento. Con estas cifras, lograr la independencia económica es una meta difícil de cumplir; y según jóvenes y académicos consultados por Télam, la solución a esta problemática tiene que ser una política estructural del Estado.
“Este problema no es algo temporal, ni es algo que suceda sólo en Argentina, sino que también existe incluso en países desarrollados”, explicó Alfredo Schclarek Curutchet, investigador del CONICET y docente de economía en la UNC. En ese sentido, el académico señaló que, además del desempleo, “en Argentina hay un problema de bajos salarios que en los jóvenes es aún peor”.
Nehuén tiene 28 años y se considera independiente económicamente. Sin embargo, reconoció que para solventar sus gastos, que van desde alquilar hasta insumos de supermercado, trabaja “diez horas por día y con horas extras en dos empleos”. Aun así, Nehuén aseveró que necesita más ingresos. “Vi el convenio colectivo de trabajo de mi profesión y estoy un 30 por ciento atrasado. Si bien con mis salarios más o menos puedo subsistir, no es lo que me corresponde”, señaló en diálogo con Télam.
Para Manuel Mera, licenciado en Ciencia Política e investigador del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), “la explicación central de todos los problemas de empleo es la falta de crecimiento económico, que se traduce en falta de oportunidades laborales”. Como consecuencia, Mera puntualizó que “se profundizan las inequidades de acceso que afectan a los más jóvenes y a las mujeres”.
El investigador resaltó que “hay varias barreras” que impiden el acceso de los jóvenes al trabajo estable como, por ejemplo, que “el 50 por ciento de los adolescentes de Argentina no termina el secundario en tiempo y forma”. Sumado a eso, está “la falta de experiencia en el empleo, algo que se retroalimenta en la medida que los jóvenes no pueden obtener puestos de trabajo decentes”.
Candela tiene 24 años y trabaja como docente de inglés, lo que le permite “cubrir gastos personales”, aunque no tiene que pagar por comida y alquiler; “en eso, por suerte, me ayudan mis padres”, reconoció. Si bien su trabajo es de medio tiempo (20 horas por semana) ella señaló que, con su sueldo, “está lejos de poder alcanzar la independencia económica”.
“En las búsquedas laborales siempre piden que la persona tenga equis años de experiencia y edad. Eso vuelve excluyente al trabajo porque no todas las realidades son las mismas. Es muy difícil.”, lamentó.
Para Nehuén, otro obstáculo para lograr la independencia económica es que “ahora hay trabajo, pero los sueldos siguen bajos». “Si tomás un laburo de ocho horas después quedas muy agotado como para buscar algo más que te ayude. La falencia es que la paga a los laburantes no alcanza para nada”, reprochó.
¿Cómo se contrarresta este problema?
Una medida propuesta por Curutchet es que “el Estado ayude a los jóvenes para que realicen su primera experiencia laboral mediante unas pasantías o algún tipo de subsidio e ingreso”. “Las pasantías son un tema central, aunque sean un par de meses, eso sirve para tener esas referencias y experiencia que después los empleadores miran a la hora de contratarlos”, explicó.
Mera acompañó la idea y sugirió “pensar de forma seria una ley de promoción del empleo joven que dé los incentivos, al mismo tiempo que cuide a los jóvenes y a los puestos de trabajo”.
“Sería clave que puedan finalizar el secundario habiendo tenido una formación en el empleo. Acá es donde debemos rescatar a las pasantías. Las pasantías podrían ser una herramienta muy útil para poder lograr una formación de los chicos en el trabajo, siempre y cuando los proteja y evite abusos”, afirmó.